Comienza un nuevo espectáculo preelectoral y el gobierno del PP se apresura a lanzarnos mensajes optimistas y promesas que no logran disipar la sensación de vacío, pues hace tiempo que vagamos entre el estupor y la indiferencia. La presunta oposición ejercida por el PSOE trata de recuperar el espacio perdido pero continúa sufriendo el desgaste propio de quien no consigue generar ilusión de cambio por más que lo intenta. Mientras tanto, surgen nuevos partidos a derecha e izquierda de las oficiales buscando capitalizar el descontento general, aunque su capacidad de movilización resulte todavía muy dudosa.
La llamada crisis ha cambiado a la sociedad no así a la política representada por unas oligarquías dedicadas a auto perpetuarse en su propio ecosistema, llevándonos a la conclusión de que la realidad vive en un lugar muy diferente al que pretenden mostrar como nuestro.
Los problemas de la calle son el pan de cada día para los medios de comunicación desesperados por sobrevivir a una revolución tecnológica que se esta llevando por delante no sólo determinadas profesiones sino la forma en que entendemos las relaciones humanas, en la aún incipiente fase de un fenómeno globalizador que traslada el mundo al plano digital a gran velocidad. La economía al igual que la información, la cultura y todo lo que nos rodea viajan de un lado a otro de forma instantánea y cada vez con menos intermediarios que puedan interferir o participar en los intercambios.
El distanciamiento entre la clase política tradicional y la ciudadanía se alimenta de la incredulidad sobre el valor del trabajo que realizan los que sólo se acercan a pisar el mismo suelo cuando necesitan el voto, mediante campañas de publicidad maniqueas por lo que una gran parte de la población identifica la abstención activa como la mejor forma de castigar la corrupción rampante y el aparente descaro con el que se manejan los denostados servidores de los intereses generales, rechazando de esta forma la actitud individualista de muchos políticos con una reacción de individualismo puro, cuando lo colectivo debe nacer del esfuerzo común de todos los actores sociales, incluidos los votantes.
En este estado de hartazgo social con la política a merced del mercado y la avalancha mediática sumida en un bucle infinito, la verdad es que nadie cree en casi nada, lo que a fin de cuentas significa no confiar en ningún proyecto de convivencia que aporte un mínimo de bienestar.
Nos convertimos de este modo en un modelo de sociedad abstencionista en todos los aspectos, en la falta de compromiso, en la ausencia de valores estables, en la desconexión voluntaria de lo que ocurre por apatía, en renunciar a emprender cualquier tipo de lucha por defender los derechos adquiridos, en aceptar sin más la pauperización del trabajo, y en definitiva, en hacer dejación de nuestra responsabilidad y abstenernos de todo, hasta de nosotros mismos.
Artículo publicado en el diario digital "Lacasademitia" el 17 de febrero de 1014
www.lacasademitia.es/articulo/firmas/abstencionismo-social-rafa-dorta/20140217070543026867.html
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