La realidad adquiere una nueva dimensión en este tiempo líquido.
Un ejemplo extremo es la actitud grotesca de Esperanza Aguirre, a la que no
parece importarle arrojarse a la humillación pública, con tal de seguir
aparentando ser la lideresa de algo. La estrategia de ayer se enjuaga con la de
hoy y, si persiste la mancha, podrá blanquearse mañana.
En un escenario fragmentado, los pactos entre fuerzas que
presumían de representar la diferencia, son como el agua limpia mezclada con la
turbia, corriendo por las cañerías del poder, hasta alcanzar las sedientas
tragaderas ciudadanas. El acuerdo que se está fraguando ahora, tal vez se
disuelva pronto, dando lugar a otra situación distinta, aunque similar a la del
principio. Lo más importante es que el siguiente relato parezca atractivo,
siempre después de consumir un spot publicitario, con el penúltimo modelo de
felicidad transitoria.
Las voces agoreras que anuncian apocalípticas
inestabilidades, no han reparado en que la incertidumbre será la constante y
que las relaciones duraderas han pasado a la historia. Ahora se llevan los
encuentros casuales, sin compromiso. No existen elementos con la suficiente
solidez como para plantearse proyectos a largo plazo. En la medida en que
aumentamos el volumen de conversaciones a través del whatsapp, vamos generando
eventos con un alto grado de inmediatez y por tanto, de absoluta
provisionalidad.
El mundo de la modernidad líquida, que el sociólogo Zigmut Barman
pronosticó a finales de los noventa, se manifiesta en todos los sectores de nuestra sociedad. La
identidad –también en los términos políticos– se vuelve escurridiza y voluble. La
globalización provoca pérdida del sentido de pertenencia, lo que nos conduce a
comportarnos como individualidades interdependientes, que fluyen en las múltiples
decisiones que afectan a la comunidad.
Esta transformación social abre un nuevo horizonte de
posibilidades en el ejercicio de la acción política y económica, porque las
organizaciones jerárquicas pierden vigencia en beneficio de formas de
participación mucho más versátiles, con instrumentos democráticos de poder
colectivo, proporcionados por las nuevas tecnologías.
Podríamos encontrarnos a lo largo de una larguísima
legislatura, con varios gobiernos igual de legítimos, compuestos por personas
diferentes en cada caso, sin que ello suponga necesariamente entrar en períodos
de crisis. Quizás, esta palabra de connotaciones tan negativas, sea la solución
lógica en una etapa de aceleración. La crisis muta, reaccionando ante idénticas
mutaciones en el entorno, revelándose motor y clave de la evolución humana.
Artículo publicado en la edición impresa del Diario La Opinión de Tenerife, el 04/06/2015
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