22/8/15

Casualidades



Pura casualidad llamarse Rodrigo Rato, tener acceso directo al despacho del ministro del interior, y pedirle que dé órdenes para que las mismas instituciones de las que te aprovechaste, valiéndote de tu nombre y de tu cargo, se encarguen de protegerte.
Coincidencia la de subirte a un ataúd flotante atestado de compañeros refugiados sirios, compartiendo idéntica mezcla de miedo y esperanza, con la vista puesta en la utópica solidaridad europea, un concepto cultural y político en decadencia.
Cosas del azar como declararte ciudadano griego y, aunque suene raro, haber trabajado casi como cualquier alemán de la misma edad, pero vivir de lo puesto y escuchar que hay que aceptar otro rescate del rescate, a costa de seguir profundizando en la depresión social y económica.
Curioso formar parte de una plantilla de obreros en una fábrica que se encuentra justo en el norte de China, y verte obligado a salir huyendo de la muerte con tu familia, porque quizás algún mando intermedio no prestó mucha atención a eso del peligro que entrañan los agentes contaminantes, aunque a quién le importa la salud pública cuando el gobierno ha prohibido parar la producción.
Extraña la circunstancia de ser una chica joven en Cuenca y llamar a una amiga para pedirle que te acompañe a ver a tu ex novio, y concluir el día siendo sus víctimas, porque se da la paradoja de que, aunque en alguna ocasión te dijo que te quería, en realidad es un psicópata asesino que, además, cuenta con la complicidad de otros para dar rienda suelta a los instintos de siempre.
Afortunado encontrarse a salvo de las bombas de racimo, escapar de la vigilancia de los drones o pasear sin temor a pisar una mina, mientras corres esquivando el fuego cruzado entre israelíes y palestinos; o desconocer la sensación de asistir a tu propia decapitación, por cortesía del Estado islámico, en vivo y en directo.
Feliz el hecho de permitirte el lujo de observar el mundo desde una hamaca con sombrilla situadas en el borde de la piscina del hotel, con gafas de sol y la cerveza bien fría, rodeado de ingleses retostados y contentos.
Relajante sensación la del tacto con el agua, cuando introduces tu cuerpo y nadas, ajeno a los accidentes de tráfico que sufren tus semejantes en la autopista cercana.
Sorprendente el ruido de cristales rotos, seguidos de un grito a sólo unos metros. Tranquilizador que sea un anecdótico vaso de cristal en el suelo, con ausencia de sangre en la piel del niño guiri. Pero por una milésima de segundo, pensar que ya te había tocado el premio gordo en la lotería de las tragedias, por el hecho casual de estar situado en las coordenadas exactas, acordes a la secuencia espacio temporal de este universo veraniego en concreto.

Artículo publicado en la edición digital del Diario La Opinión de Tenerife el 22/08/2015
http://www.laopinion.es/opinion/2015/08/22/casualidades/624779.html

8/8/15

Dependencia global



La independencia es una aspiración que podemos considerar como el deseo legítimo de cualquier mayoría ciudadana, que decide acudir a las urnas y votar por esta opción. La voluntad popular ejerce su derecho a la autodeterminación, manifestando el sentimiento de pertenencia a un lugar concreto. La reproducción del universo costumbrista conforma el hecho cultural, otorgándole un carácter específico. El relato nacionalista emplea esa amalgama de emociones para crear símbolos –banderas, himnos y otras manifestaciones del patriotismo–, justificados en la exaltación de un pasado lleno de teóricas luchas por establecer los límites de lo que atañe a la defensa del estado propio, institucionalizando las tradiciones y la lengua. Así, queda bien delimitada la línea divisoria entre el interior de un pueblo y su exterior. La frontera física establece la diferencia, generando una barrera psicológica que apela al instinto de protección. El desarrollo posterior de este razonamiento excluyente es la imposición de la xenofobia, que ensalza las virtudes históricas y advierte sobre las amenazas foráneas. El separatismo se retroalimenta, generando desconfianza a ambos lados de una valla construida con materiales cuya solidez termina revelándose tan necesaria como ficticia.
Lo cierto es que el actual proceso de globalización está cambiando el tablero geopolítico. La dinámica clásica de los grandes bloques evoluciona hacia acuerdos comerciales –entre países o continentes– que suprimen las regulaciones de los estados, bajo la presión de las multinacionales, con el objetivo de seguir resultando competitivos, ante un mercado laboral centrifugado por una profunda transformación tecnológica. En este contexto, insistir en el concepto de lo autóctono, de lo especial y único, es un ejercicio válido como atractivo turístico, pero pretender declararse una entidad aislada de la operativa de los mercados financieros, o desafiar a las instituciones comunitarias y supra nacionales, que ejercen el dominio sobre el rumbo de las políticas de los países miembros, supone estar ciegos o aparentarlo.
Detrás de la resistencia al nuevo mundo global –antagónico al viejo en el que prevalecía la soberanía local–, está la incuestionable pérdida de control sobre todo aquello que creíamos ser. La idea de retroceder y partir la tarta europea en pedazos orgullosos de sí mismos, no es compatible con el compromiso intelectual y político que nos ha proporcionado las mayores cuotas de convivencia pacífica.
Tendremos que dejar de preguntarnos qué puede hacer por nosotros el sistema capitalista neoliberal –en forma de nazismo económico si se quiere–, para comenzar a cuestionarnos qué podemos hacer nosotros para mejorarlo, en el marco de una revolución democrática, que esté a la altura de las circunstancias. Encerrarnos en nuestra torre de marfil no nos va a solucionar nada. Tal obviedad es la que deberían asumir esos servidores públicos, que andan proclamando el amor a su tierra y a los suyos, cada vez que prometen el advenimiento de la felicidad catalana, griega o española.

Artículo publicado en la edición digital del Diario La Opinión de Tenerife, el 08/08/2015
http://www.laopinion.es/opinion/2015/08/08/dependencia-global/622350.html