Rígidos los cuerpos, los candidatos bailan. Son las nuevas estrellas televisivas que, tras recibir cursillos acelerados sobre técnicas de comunicación y liderazgo -unos con más éxito que otros- recitan mantras sobre los beneficios del producto que representan. A su vera, periodistas conductores del espectáculo, calientan el ambiente previo al debate gestionando el vértigo a un ritmo adecuado. Un show viral en prime time, a la altura de las audiencias exigidas, para justificar lo que pagan los patrocinadores.

La mercadotecnia absorbe todo el proceso y maneja las preferencias de los potenciales consumidores. Ahora hablamos de perfiles, no de personas. Ente el público asistente al plató, se distribuyen los modelos sociales por edad, apariencia física, tipo de profesión o de parado. La puesta en escena, las imágenes e ideas que se transmiten determinan el índice de aceptación, o lo que es lo mismo, el volumen de ventas.
No son partidos, son marcas. No son pensadores, son economistas y tertulianos todólogos, a sueldo del imperio mediático. Opinan en el antes, en los cortes programados y en el después de una película de ficción, basada en hechos reales. Los momentos de más tensión, los gestos, las anécdotas, ... Analizan y repiten mil veces el relato -con atractivos matices- sobre lo que ha ocurrido, en la inmediatez del directo, que garantiza ganadores y perdedores con los que seguir alimentando el morbo infantil de la clientela.

Si miras las fotos congeladas de cualquier instante, ves figurantes en modo estático, que bien podrían ser sustituidos por políticos autómatas de apariencia humana. Maniquíes en la pasarela mostrando las últimas tendencias. Fiesta de los candidatos, no los toques por favor.
Artículo publicado en la edición impresa del Diario la Opinión de Tenerife, el 18/12/2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario