Un majadero engreído ha ocupado provisionalmente la presidencia de EEUU. Esta penosa circunstancia debería servir para que, lo que queda de Europa, salga de una puñetera vez de su ostracismo político intelectual y disfrace a sus relamidos burócratas de soldados de la democracia.
Hay que salir a las trincheras, y hay que hacerlo ya. La Historia, con mayúsculas,lleva toda la vida encumbrando a personajes que no merecían haber estado ahí, salvo por su agilidad -más que habilidad- para aprovechar mejor las cartas, que repartía el siempre imprevisible destino. Hasta ahora, la reacción de los indignados de la globalización había sido patrimonio de la izquierda, pero la incapacidad de un socialismo fuera de juego y la inacción del elitista stablishment neoliberal, han convergido en una acumulación de odio de raza blanca, que ya se sentía como una minoría desprotegida. Mientras que los políticos y funcionarios al uso -espejos de la clase media suficientemente satisfecha- siguieron viviendo en un sobreactuado mundo paralelo, pasando por alto el desastre social y económico de sus conciudadanos, un rencor tan básico como el que alimenta al fascismo, crecía recorriendo viejos caminos de miedo y venganza. Muchos nos cansamos de repetir que este post capitalismo financiero, nos abocaba a la implosión del sistema.
Pues ya nos explotó, y las primeras bombas llevan escrito en su carcasa dos palabras: brexit y Donald Trump. Es el momento de dejar atrás los lamentos y las condenas bien pensantes, y pasar a la acción. Todo lo que aún conservamos, en cuanto a derechos y libertades, está en juego, y los paños calientes son gasolina para el fuego, en manos del grandullón hiperbólico. Los tiempos de las diplomacias de salón se han acabado. A lo que queda del proyecto europeo le urge trazar una línea de seguridad, abrazarse a Latinoamérica en un frente común y hablar el único lenguaje que entienden los matones del barrio. En ello nos va esta civilización. O les decimos alto y claro: Europa First, o veremos a los siervos de Putin, Le Pen, Farage, Orbán y a todos sus etcéteras, comerse las vísceras de este siglo. La tremenda paradoja de un tiempo que pretendíamos llamado a convertirse en un nuevo paradigma de luz y razón.
Artículo publicado en el diario La Opinión de Tenerife, el 02/02/2017
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