Supongamos que
Trump, asediado por las crecientes sospechas de sus estrechos vínculos con
Putin, pide al mandatario ruso que organice una operación de maquillaje para lavar la imagen del presidente de los EE.UU. Necesitan una coartada para justificar un ataque unilateral en territorio sirio, al margen de la ONU, La acción será calificada como
proporcionada, sin apenas víctimas civiles, solo daños materiales muy concretos, señalados por la precisión de los misiles Tomahawk. Imaginemos entonces que
Putin llama a su protegido,
Bachar Al Assad, para que autorice una matanza con gas sarín, a cambio de la promesa secreta de
Trump, de no acabar con la dictadura sangrienta del presidente sirio. Una calculada dosis de horror y condena de la comunidad internacional, con tal de conseguir que parezca que
Trump ataca, indirectamente, los intereses de los enemigos clásico, Rusia e Irán (actor interesado y cómplice en el enredo) en este avispero de conflictos superpuestos.
La gran manipulación se pone en marcha. Al cruel asesinato de inocentes con armas químicas, del que Al Assad culpabiliza a los rebeldes, le sucede, de inmediato, el despliegue norteamericano. Trump refuerza su posición como vigilante de la libertad en Occidente y fiel aliado de la inoperante Europa, simulando un enfrentamiento con las potencias nucleares, iraní y rusa, presunta y prudentemente ofendidas. El colofón será el encuentro que, posteriormente, mantendrán los titulares de exteriores ruso y americano para dirimir sus diferencias cuando, en realidad, se trata de sellar un pacto entre contendientes, que necesitan ayudarse para salvar sus respectivas debilidades, esto es, la oposición interna que tanto Putin como Trump, quieren acallar con estos sutiles juegos de guerra.
Cerremos el inventario de crisis planificadas con el papel de los demás invitados al tablero geoestratégico en Siria: Turquía, Israel, Arabia Saudí, Líbano, Jordania, Estado Islámico, y diferentes grupos armados de mercenarios financiados por el mejor postor. Todos participan y juegan sus cartas para ganar protagonismo y seguir alimentando a la industria mediática de la guerra y los atentados terroristas
online, que nos mantienen expectantes, miedosos, desvelados y, para siempre, en estado de alerta ante la próxima amenaza. Un engaño masivo que hipnotiza a consumidores globales de propaganda inteligente y mentirosa.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 13/04/2017