Viñeta de El Roto |
En el instante en que parece que la realidad se nos va cayendo a trozos, renunciamos definitivamente al compromiso social a la riqueza del pluralismo, a la lucha por la igualdad. Porque el desenlace que ya se adivina en la transición de incertidumbres hacia la nueva era es que acabaremos siendo todos iguales. Igual de anestesiados, de paralizados y de acobardados. Durante el advenimiento de una conocida especia mutante: el fascismo cívico, accedemos alegremente a publicar nuestra intimidad, entregando el ser o no ser al gran ojo metálico que todo lo escruta. Tras alcanzar el estado de mercancía humana, consentiremos que nos implanten un chip de seguimiento, otro de análisis comparativo de nuestros estados de ánimo, y otro más de seguridad. Lo harán, y lo haremos, por si acaso se nos ocurren ideas descabelladas, acciones declaradas ilegales y violentas, como albergar ideas disruptivas que vayan en contra de la dormidera funcional establecida. Cuando la risa exagerada y el llanto inoportuno sean rasgos a eliminar de nuestro comportamiento, y el hecho de existir, una fría y cruel estadística.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 27/04/2017
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