Hace diez años la economía española crecía un 2,4% y la demanda interna aumentaba en 3,4 puntos respecto al año anterior, las exportaciones disminuían pero el consumo privado escalaba un 3% debido al aumento del empleo. La construcción seguía liderando la creación de puestos de trabajo junto con el sector servicios. En 2003 el PIB registró un crecimiento del 6,7%, y aunque la situación financiera empeoraba y en consecuencia habría que pagar más intereses por la deuda, nadie hablaba de ello, pues vivíamos sin mirar las cifras, ajenos a un futuro inesperado, solo una década transcurrida para que aquella confianza se tornase en descrédito, el "milagro español" que refrendaba la definitiva europezación del país quedaba desenmascarado por una crisis sistémica de proporciones globales que destapó las vergüenzas del sistema financiero y que, en paralelo, ha puesto en cuestión la legitimidad de las élites políticas y económicas que son percibidas por la ciudadanía como meros instrumentos del verdadero poder, el mercado, que usurpa los valores democráticos desautorizando la soberanía de los estados.
Lo peor de este desengaño masivo no es solo la urgente necesidad de renovación generacional en las instituciones, sino el penoso estado de ánimo en el que nos encontramos, porque estamos cayendo en la tentación de denostar todo lo que huela a política o tenga alguna relación con ella, cuando justo es el momento de hacer todo lo contrario, es decir, debemos participar más que nunca en esa realidad que detestamos si queremos regenerar la democracia. Hay muchas personas trabajando en proyectos solidarios, profesionales y docentes mal remunerados que desempeñan una gran labor, emprendedores ideando nuevos modelos de negocio, plataformas ciudadanas que luchan contra flagrantes injusticias; actos espontáneos que surgen desde el ámbito local, donde existen, aunque parezca mentira, algunos servidores de lo público que se esfuerzan en luchar por el interés general a pesar de las dificultades.
Si no creemos en nuestra capacidad para transformar, entonces es que ya lo hemos dado todo por perdido. Ha llegado el momento de poner la creatividad de las personas por encima de las viejas estructuras, nos encontramos ante una gran oportunidad para que aparezca lo mejor del ser humano, porque de lo contrario alimentaremos la semilla del fascismo, que se aprovechará de nuestra triste indiferencia animándonos a romper la vajilla para, acto seguido, presentarnos otra nueva hecha de odio e intolerancia.
Nunca vamos a derrotar al pesimismo desde la pasividad, ni desde el lamento inútil y si ocurre que ninguna opción ideológica nos convence, demos un paso al frente y pensemos en cómo podemos influir sobre nuestro entorno más cercano y ganar en representatividad y liderazgo. Todavía estamos a tiempo de generar las bases para la creación de otro tipo de sociedad, porque no sirve de nada seguir resistiéndonos a la certeza de que aquel pasado en el que todo nos parecía bien, ya no volverá. Construyamos un futuro alternativo entre todos, no podemos esperar sentados a que el sistema se decida a cambiar. Estamos obligados a hacerlo nosotros, desde abajo.
Artículo publicado en el Diario La Opinión el 10/11/2013
http://www.laopinion.es/opinion/2013/11/10/cambiar-realidad/508932.html
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