La muchedumbre veraniega devora otro sudoroso agosto. Millones de adictos a la escapada repiten su ansiosa búsqueda de placer en múltiples destinos vacacionales cuya belleza se pierde por el sumidero, desbordados por la saturación humana. La maquinaria hotelera rechina en la ceremonia diaria de deglutir y escupir clientes moderadamente satisfechos. Cruceros gigantes cargan miles de pasajeros que desembarcan en cada puerto al vertiginoso ritmo de una manada frenética.
Un cierto aire decadente envuelve a muchos de los lugares históricos que en otro tiempo llenaban la vasija de la curiosidad con conocimientos y experiencias enriquecedoras. De algún modo, el lugar era el que encontraba al visitante y lo sorprendía callejeando sin la rigidez de un itinerario establecido de antemano. Ahora, el objetivo consiste en disfrutar a toda máquina, a base de sensaciones que son productos envasados para dar una respuesta a la medida del consumo de masas. La mirada crítica del grupo no varía mucho respecto de la individual, pues no hay intención de darse un respiro para reflexionar sobre lo observado. Todo se reduce al mismo entretenimiento liviano y banal que va llenando el vacío con emociones sucedáneas de felicidad.
El turismo globalizado recorre calles comerciales idénticas, soporta con estoicismo largas colas en las franquicias de la moda barata para comprar las mismas marcas, y digiere con forzoso deleite los productos prefabricados en las multinacionales de la alimentación.
Hasta los parajes más recónditos han sido prostituidos por explotadores turísticos que acaban perdiendo el respeto por el entorno y por sí mismos. Una gran parte de los empresarios del sector y de irresponsables políticos sucumben a la ambición del negocio rápido y queman el potencial del territorio a base de aumentar las plazas hoteleras, ofreciendo precios más económicos para mantener el excesivo volumen de ocupación, con lo que se produce una clara merma en la calidad de todos los servicios.
El culto a la apariencia es el referente del mundo cosmético. Esta realidad se refleja en la angustiosa desesperación de la sociedad de consumo por obtener beneficios inmediatos, o en la construcción de aberrantes complejos dedicados a prometer una habitación con vistas desde una montaña de bloques, a la caza y captura del ocio total como antídoto a nuestra creciente soledad.
Artículo publicado en el Diario "La Opinión" de Tenerife el 15/08/2014
http://www.laopinion.es/opinion/2014/08/15/turismo-cosmetico/559142.html
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