Pedro Sánchez recorre las televisiones a la búsqueda de los votos perdidos. Aparece en prime time entrando en el plató sonriente y desenvuelto, en un honrado esfuerzo por parecerse a alguien joven, dinámico, sensible, la pareja que cualquier madre querría para su hija, el rostro fresco de un nuevo líder, el mejor representante de la regeneración democrática, el antídoto a Pablo Iglesias.
Pero hay algo que no termina de encajar. Quizás sea el peinado demasiado perfecto, o tal vez los dientes tan blancos, quién sabe si cuando llega a casa habla del mismo modo, con esa estudiada sintaxis, loable y desesperada pretensión por ganar firmeza. ¿Se soltará el pelo en la intimidad, mascullando exabruptos o mantendrá el tono preciso, correcto, vocalizando hasta el aburrimiento?.
Se nota que eres un hombre de partido, fiel al stablishment, amamantado por Susana Díaz y debes sentir a menudo cómo te susurran la cantinela los viejos barones. En tus sueños, se repiten las mismas imágenes: grandes discursos que son letanías de los omnipresentes González y Guerra. Demasiado peso que cargar, amigo Pedro. Para romper con el pasado de verdad, no es suficiente el lavado de imagen ante los medios, porque la estructura sigue estando ahí, casi intacta.
Pedro Sánchez también es un hombre de estado y por tanto, socio que participa de los principales acuerdos con la otra pata del eje de poder político-económico, heredero de una transición que se ha vuelto intransitable. Sus críticas a Rajoy suenan a chiste y la responsabilidad de ejercer la más que imprescindible oposición al gobierno, no existe. Su capacidad de propiciar un auténtico cambio se parece mucho a cero.
Ya te darás cuenta.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 25/09/2014
http://www.laopinion.es/opinion/2014/09/25/pedro/565900.html