Pedro Sánchez recorre las televisiones a la búsqueda de los votos perdidos. Aparece en prime time entrando en el plató sonriente y desenvuelto, en un honrado esfuerzo por parecerse a alguien joven, dinámico, sensible, la pareja que cualquier madre querría para su hija, el rostro fresco de un nuevo líder, el mejor representante de la regeneración democrática, el antídoto a Pablo Iglesias.
Pero hay algo que no termina de encajar. Quizás sea el peinado demasiado perfecto, o tal vez los dientes tan blancos, quién sabe si cuando llega a casa habla del mismo modo, con esa estudiada sintaxis, loable y desesperada pretensión por ganar firmeza. ¿Se soltará el pelo en la intimidad, mascullando exabruptos o mantendrá el tono preciso, correcto, vocalizando hasta el aburrimiento?.
Resultar creíble generar ilusión, emocionar. Todo lo que hace el último producto comercial del partido socialista obsoleto español, va encaminado al titánico objetivo de frenar el derrumbamiento de unas siglas y su significado histórico. Y no escatimará ninguna posibilidad que le pueda acercar a donde están los ciudadanos, según sus propias palabras, cuando llamaba en directo al programa campeón de la incultura hispánica: Si se trata de entrar en millones de casas a través del Sálvame, estoy encantado. Si tengo que someterme a los experimentos frikis del Hormiguero, allá voy raudo. Lo mismo me da una declaración en el Congreso que hacerme un selfie con el presentador más mediático que haya. Aquí estoy, como un Clark Kent descubriendo al Superman del siglo XXI, el novio progre de la Barbie, un hijo formal de clase media. Soy un hombre sano, deportista, llevo una mochila copiada. Les presento este magnífico colchón. Lo que me ofrezcan.
Se nota que eres un hombre de partido, fiel al stablishment, amamantado por Susana Díaz y debes sentir a menudo cómo te susurran la cantinela los viejos barones. En tus sueños, se repiten las mismas imágenes: grandes discursos que son letanías de los omnipresentes González y Guerra. Demasiado peso que cargar, amigo Pedro. Para romper con el pasado de verdad, no es suficiente el lavado de imagen ante los medios, porque la estructura sigue estando ahí, casi intacta.
Pedro Sánchez también es un hombre de estado y por tanto, socio que participa de los principales acuerdos con la otra pata del eje de poder político-económico, heredero de una transición que se ha vuelto intransitable. Sus críticas a Rajoy suenan a chiste y la responsabilidad de ejercer la más que imprescindible oposición al gobierno, no existe. Su capacidad de propiciar un auténtico cambio se parece mucho a cero.
Has llegado tarde a la fiesta Pedro, a deshora, y encima estás muy sobrio como para poder comunicarte en igualdad de condiciones con los que llevamos bebiendo toda la noche. La izquierda se marchó hace rato, cansada de esperarte. Se fue con su amiga la utopía. Ahora se llevan genial. Hay que ver como cambian las cosas. Y por cierto, deberías hacerte amigo de esos a los que llamas populistas porque te niegas a pronunciar su nombre. No les tengas miedo. No te van a hacer daño, sólo dan voz a lo que piensa a gritos la inmensa mayoría. Tú no lo sabes, pero en realidad ellos te representan, a tu otro yo, no al que vemos delante de las cámaras.
Ya te darás cuenta.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 25/09/2014
http://www.laopinion.es/opinion/2014/09/25/pedro/565900.html