El pensamiento crítico, como base de la libertad individual que aspire a ser colectiva, se encuentra en el centro de la crisis ética que vive el mundo occidental. Bajo el monoteísmo del sistema financiero especulativo, aparecen movimientos sociales y políticos que tratan de rescatar la soberanía y el contrato social vigente en la sociedad del bienestar, pero sus objetivos teóricos entran en contradicción con el avance del proceso globalizador.
Mientras las empresas multinacionales ganan poder obteniendo mayores beneficios, son los mercados quienes establecen el valor a futuro de un país, en función del riesgo que implica el hipotético impago de su deuda. Escapar de esta realidad pretendiendo ir por libre es un noble y estéril ejercicio de ilusionismo. Una redistribución más equitativa de la riqueza pasa, inexorablemente, por la sustitución del modelo capitalista.
El eje izquierda-derecha, como representación del antagonismo oficial, ha perdido legitimidad y va desapareciendo ante una realidad que impone su propia lógica sobre las ideas. El humanismo y la filosofía carecen de recorrido para construir un relato alternativo al del mercantilismo. La educación sigue anclada en la alienación a unos conocimientos que generan perfiles de individuos pre determinados, sin margen para explotar la capacidad de la imaginación como potencial y único instrumento transformador.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 11/03/2015
http://www.laopinion.es/opinion/2015/03/11/libertad-realidad/595029.html
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