El DEP-015, que también se podría interpretar como descanse en paz este año, ha suscitado un lógico interés en los medios de comunicación, pero apenas conmueve al ciudadano. Hace mucho tiempo que la mayoría absoluta de la población vive indiferente a las representaciones que tienen lugar en el teatro de los diputados. En general, la gente anda ocupada con sus problemas porque sabe que las promesas políticas no les van a solucionar nada, ni ahora ni después. Tan solo cabe esperar a que alguien llame solicitando algún tipo de reparación doméstica, que se cobra sin factura, o que una empresa ofrezca contratar a tiempo parcial, que tampoco viene mal.
Mientras en la tribuna Don Mariano se dedica a torturar la estadística –feliz expresión de Alberto Garzón– y retuerce los números para demostrar que el rescate a la banca ha significado su mayor logro social, por aquí abajo nos hemos acostumbrado a soportar el frío de la precariedad. La población ha interiorizado que la corrupción seguirá circulando por las venas del sistema, y que cada uno escape como pueda. En todo este año, no se esperan sino aluviones de discursos electoralistas persiguiendo voluntades, los ansiados votos que cuelgan, almacenados en las neuronas como inertes papeletas en blanco, y que las soflamas publicitarias deben activar. Asistimos a un decadente espectáculo televisado, donde feroces tertulianos prostituyen la ética, aumentando la sensación de indignidad.
Las leyes del mercado rigen todos los intercambios, desde una ceremonia de entrega de premios hasta el último periódico manoseado en la barra del bar. Todo es susceptible de ser consumido al precio que marque el caprichoso mundo financiero de lo que más venda. Los valores fluctúan al alza o a la baja según las circunstancias de cada momento, el atractivo clásico de Pedro Sánchez o la coleta enérgica de Pablo Iglesias. Las variaciones de la actualidad son meras tendencias en las redes sociales y se suceden éxitos o fracasos sin que nadie se acuerde de prestarles importancia. En este estado de cosas, es normal ver un debate sobre el pasado sin futuro, o un presente que desea el cambio, pero desconfía de sí mismo.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 01/03/2015
http://www.laopinion.es/opinion/2015/03/01/debate-pasado/593121.html
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