Incertidumbre económica, crisis política, cambio climático, transformación social, inestabilidad laboral, pérdida de confianza, cuestionamiento de la identidad, alteración en los valores morales. La revolución es de tal magnitud, que los sucesos y descubrimientos que han determinado el desarrollo de las civilizaciones y el ritmo del progreso, parecen apuntar a una especie de colapso, dando lugar a un cambio radical en la concepción de la propia historia. Los recursos de la memoria y la experiencia acumulados, apenas sirven para ofrecer respuestas a la complejidad de las nuevas situaciones planteadas.
La evidencia de un mundo poblado por seres conectados y controlados a través de dispositivos electrónicos, junto a las innumerables aplicaciones de la inteligencia artificial en todos los ámbitos, rompe con las referencias existentes. La influencia que aún ejercen las diferentes religiones -entre otras expresiones culturales- sobre las organizaciones sociales, se erige como la última frontera que nos separa de la definitiva catarsis -entendida también como purificación- en la conciencia individual y colectiva. La cosificación promovida por el avance de la tecno ciencia, puede modificar sustancialmente la percepción de la existencia. La modernidad y sus mitos han muerto, cediendo el testigo a un presente continuo desprovisto de nostalgia.
Los nativos del siglo XX podríamos convertirnos en el próximo neandertal para las generaciones venideras. Precisamente por eso, en nuestro actual universo de ignorancia, no deberíamos olvidarnos de sonreír y practicar la esperanza.
Artículo publicado en la edición digital del Diario La Opinión de Tenerife el martes 12/01/2016
http://www.laopinion.es/opinion/2016/01/12/catarsis/649438.html
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