El morenazo de Pedro Quijote Sánchez con un "NO" mayúsculo tatuado en la frente; la retranca impredecible del Tyranosaurus Rajoy conectado en un modo automático; la ternura desesperada del Licenciado Rivera -the Albert experience-, y los aspavientos coléricos del Mesías Pablo Jesús de Nazaret y sus Iglesias. No me digan que esto es aburrido.
Lo viejo, que nunca termina de irse, contra lo nuevo que ya se ha vuelto viejo de no saber cómo hacer para que se vaya lo más viejo. Los nacionalismos cabreados -son montones- versus el centralismo dogmático. La diputada canaria -ahora la llaman así- apuntándose todo en su deliciosa agenda ultraperiférica. La gente de abajo y los que, por lo visto, no son gente, arriba; o puede ser al revés. Nadie confía en nadie y los demás tampoco confían en sí mismos. No me digan que no es divertido.
Serios y profundos acuerdos entre los equipos azul y naranja para firmar un matrimonio mixto, super unido, con el objetivo de aguantar más de una semana sin separarse. Equipos rojo y morado peleándose por jugar de extremo izquierdo, sin reparar en que quizás un cambio de actitud les beneficiaría a ambos. Parálisis, desconcierto, incertidumbre, confrontación, bloqueo. Unos tirando de la soga hacia algún lado, lo enemigos necesarios tirando hacia cualquier otro lado, varios curiosos palpando la tensión de la saga a ver si se rompe, y la mayoría pasando olímpicamente de la soga. No me digan que no es fascinante.
El Congreso entero se ha enfundado un gigantesco burkini, para ir a bañarse pero sin mojarse, para esconder su verdadera piel de miradas malintencionadas, para preservar los secretos y las vergüenzas, para cumplir con la obediencia debida. La falta de audacia y de asumir responsabilidades, encadena a nuestros fantasmas del presente, atrapados por el miedo al anunciado fracaso particular y colectivo.
Artículo publicado en la edición impresa del diario La Opinión de Tenerife, el 08/09/2016.
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