Rajoy dice que tenemos –tiene– derecho a la esperanza, porque si continua profundizando en las reformas, en dos años habrá finalizado la legislatura con el deber cumplido, la obligación de transformar la España de la crisis en un estado asociado a la Unión Europea que ejecuta a la perfección las directrices económicas que se le dictan desde los centros de poder económico. El manual neoliberal habrá tomado forma partiendo a la sociedad en dos bloques muy bien diferenciados, una mayoría sin acceso a las mejores oportunidades frente a la minoría privilegiada. Muchos dirán, empezando por el propio Rajoy, que esto no tiene otra solución, que no hay alternativa y que hay que hacer lo necesario por duro y difícil que resulte, adoctrinando a los que aún tengan razonables dudas sobre la fiabilidad de este gobierno vintage, que llama progresista a la ley más retrógrada de nuestra joven democracia, el aborto según Gallardón, ese lobo feroz que escondían aquellos ojos de cordero, o cuando el ministro más Wert-gonzoso deconstruye el concepto de educación pública. No faltarán quienes defiendan la fuerza purificadora de las exportaciones, y las excelentes noticias para los inversores extranjeros que apuestan por un país de grandes y provechosas oportunidades –para ellos–, certificando el advenimiento del principio de la recuperación, un planteamiento que conlleva un coste social cuya magnitud aún no alcanzamos a calibrar. Este próximo año, el gobierno de la mayoría absolutista seguirá a lo suyo, resucitando a la derecha más rancia, la que ya no tenía sitio en nuestra moderna pluralidad, regresándonos al pasado del catolicismo recalcitrante, misógino y homófobo, el de la Iglesia de antes, el de los curas con sotana encerrados en el armario de la hipocresía, el de los que presumen de valores cristianos mientras practican la intransigencia con los sectores más débiles, porque están convencidos de que la realidad debe ser cosa de desiguales, de buenos y malos, de normales y extraños, de pobres y ricos.
Rajoy estará satisfecho, porque su ideal de un lugar llamado España cada vez se va pareciendo más al que imagina para sus nietos, los niños que jueguen con los niños y las niñas con las niñas, la sanidad decente y los buenos colegios para quien los pueda pagar, los contratos laborales cortitos y justitos, los cambios en la Constitución ya veremos que eso de estar cambiando sólo se lo permito a Soria, según la luz que nos alumbre; y ya puestos a pedir, que el anuncio de la lotería de Navidad lo hagan en blanco y negro, y que la caspa gris vuelva a inundar nuestros hogares y llene los reformados corazones de dicha y felicidad.
Ha llegado la buena nueva, ya se acabó lo malo, lo hemos dejado atrás, un camino hecho de lágrimas y espinas, pero vuelve la confianza, no lo dudemos ni por un momento, debemos creer y callar y esperar.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 3 de enero de 2014.
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