Internet será como el aire, nos atravesará. La conexión permanente y gratuita a la red anticipa el nacimiento de un orden muy diferente al actual. Nuestro sistema está embarazado y las sucesivas tormentas financieras que se están produciendo, son las patadas que el inquieto bebé nos va propinando, envuelto en el medio líquido que conformará sus volátiles perfiles.
Pronto, todas las decisiones que preceden a nuestros actos, se habrán gestado y guardado en la nube. Nuestra vida ya nunca más será solo nuestra, porque estaremos compartiendo los datos personales y profesionales con el big data del conocimiento global. Nutrimos de contenidos al sistema y al hacerlo, estamos siendo nutridos a su vez de forma automática e interactiva, en una especie de continuo trueque. El oxígeno que inhalamos del tubo, contiene soluciones inmediatas. Internet es el cordón umbilical que nos mantiene alerta, que nos aporta las herramientas de trabajo, nos informa, nos entretiene y, en último término, confiere sentido a nuestra existencia. Imaginar la alternativa vital que representa el modo desconectado, se hace cada vez más difícil, casi imposible. Si cayeran las líneas de comunicación permanente, nos encontraríamos perdidos y sin referencias a las que agarrarnos.
El cambio de modelo económico, con el imparable intercambio de servicios entre particulares, es otro síntoma más de la debilidad de los sectores tradicionales, en una suerte de igualación. El fenómeno tecnológico democratiza el valor de cambio, estableciéndose un mercado sin apenas regulación, que elimina a los agentes intermediarios. Transformarse o desaparecer. Tendencias que generan un olvido instantáneo, borrados de memoria, interpretación sesgada de los acontecimientos, técnicas publicitarias utilizadas como una forma de manipulación de masas; flotan libremente creando adicción a la realidad espectáculo. Las imitaciones virtuales de las conductas humanas, son recreadas ante nuestros ojos, de tal modo que nos acostumbramos a la estética de la perfección artificial.
Nos alejamos del Yo físico y plagado de errores para adentrarnos en experiencias cuyo grado de optimización se mide en función de la eficiencia. La felicidad no se planteará como una emoción que se siente sin más, sino el conjunto de valores objetivos en un entorno favorable, que produce una sonrisa lógica en un momento predeterminado. Una copia de nuestro código genético estará registrada y a plena disposición, ante cualquier eventualidad y la red neuronal dejará de ser un misterio indescifrable. La sociedad se regirá por patrones y despreciará las creencias religiosas y las ideologías.
El aire net que consumiremos será una proyección en tres dimensiones del aire antiguo, del auténtico sabor de lo que era palpable, de la extraña energía provocada por un espontáneo beso imaginario.
Artículo publicado en la edición digital del Diario La Opinión de Tenerife, el 11/02/2016
http://www.laopinion.es/opinion/2016/02/11/aire/655241.html
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