Carlos Alonso, el presidente de todo lo que se mueve en Tenerife, es una rara avis de la política canaria. Su hiperactividad -como sujeto que piensa, actúa y declara- le obliga a una altísima exposición en los medios informativos. Desde luego, nunca será Ricardo Melchior, "ni falta que me haría", pensará Alonso cada vez que recuerda cómo aquél presumía de haber encontrado su mirlo blanco. Sin embargo, la cosa es que el pueblo necesita mayores dosis de cercanía en las distancias cortas, un preciado y escaso bien que no termina de encajar en el extenso catálogo de virtudes de uno de los cerebros más brillantes que se han dejado caer por nuestras grandiosas instituciones públicas.
Carlos Alonso tiene hechuras de parlamentario europeo, y goza de cualidades innatas, como una buena visión de cerca y de lejos, sobradas capacidades técnicas para la gestión, y un punto de intransigencia con los que considera, digamos, un poquito cortos de estatura intelectual. Y claro, no es fácil negociar ni llegar a acuerdos verosímiles, cuando compartes responsabilidades de gobierno con zopencos y mastuerzas sin más formación o carrera que la que se han construido para trepar desde sus pesebres políticos.
Imagen tomada de la web "elbaifoilustrado.com" |
Sacar adelante los, siempre ambiciosos y absorbentes, proyectos del omnipresente Cabildo, se pone como las cuestas de La Matanza, si tus interlocutores son una panda de inútiles que no saben hablar ningún idioma ni nada. Ante tremendo problema de base, el rebelde Carlos Alonso saca su perfil más apasionado, pretendiendo que esto cambie de la noche a la mañana, y que se arregle el problema de las colas en las carreteras, que nadie ha solucionado en años, y que los pibes de Añaza sean bilingües, y que, en un triple salto mortal hacia atrás, haya que recuperar el espíritu de ATI. Lo sentimos, todo eso no se arregla ni con los millones de turistas que vendrán el próximo año, ni manteniendo los cursos gratuitos que ofrece la desnuda Cámara de Comercio. Éste es el nivel que hay, y antes de aspirar a impresionantes logros que sitúen a nuestras islas como la plataforma comercial y logística, o hub, que sin duda nos merecemos ser, ya le digo que, primero, tenemos que articular una sociedad civil, que busquemos la forma de sacar a la universidad del ataúd, que recemos para que la Televisión Canaria emita una programación diaria en clave de valores cívicos, con documentales sobre especies desconocidas, cómo educarnos a ser padres, y que paguemos a psicólogos, a ver si nos curan el complejo de inferioridad que padecemos. Ahí ya podríamos empezar a soñar juntos, competir en igualdad de condiciones con muchos Carlos y muchos Alonso.
Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 27/1072016.
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