Con el supuesto nuevo gobierno, viviremos los minutos de la basura, por utilizar la expresión referida a un partido de fútbol decidido hace rato, que sólo espera, medio aburrido, a que el árbitro pite el final. Verdadera basura histórica es este sistema corrompido desde el poder legislativo, pasando por el ejecutivo y terminando en el judicial. Ruina de democracia, que insiste en convocarnos a las urnas para que votemos por la continuación de un aparato estatal, en el reino borbónico del sinsentido más bochornoso. Instituciones políticas, administrativas, sindicales, deportivas, culturales, y de cualquier otra índole, cebadas con suculentas subvenciones y promocionadas hasta la náusea. ¿Para qué sirve, en realidad, todo este entramado burocrático de cargos y más cargos, entregados a la vidorra de lo público? ¿Cual es el objetivo del despilfarro que, antes y después de los recortes sociales, mantiene un sistema podrido que está ofreciendo claras señales de descomposición?. La razón se llama supervivencia. Tan obvia y vieja como la del dinosaurio, que se aferra a la vana existencia del poder sobre las demás bestias, enterrando en el fango sus espesas y obstinadas pezuñas. El inmovilismo significa no querer entender que la palabra cambio ya no es suficiente para definir las gruesas reformas que siguen sin acometerse.
Imagen tomada de la página web de Acciona. |
El panorama actual es una mascarada ponzoñosa y, la pretendida renovación, rechina como un artificio de añadidura. Aquí, lo único importante, es que el show parezca creíble. El ritmo de las interpretaciones, los personajes que defienden o atacan según lo que ordena el guión. Espectáculo alienante para masas consumidoras de una soledad abonada a las plataformas mediáticas, entretenidas en observar el discurrir de títeres encantados de que los hayan contratado como genuinos intérpretes de la realidad.
El miedo atroz que atenaza a todos los actores de esta sociedad, provoca que no salgamos del asfixiante bucle en el que estamos cómodamente instalados. ¿Hasta cuándo, la pantomima de la Segunda Transición, de las modificaciones en la Constitución, de sentarse a hablar en serio con los independentistas?. De replantearse, en definitiva, qué modelo de comunidad vamos a construir para integrarnos del mejor modo posible en el imparable proceso de la globalización tecnológica. En vez de decisiones valientes, amplitud de miras y diálogo, lo que respiramos es mediocridad, fanatismo y miseria moral. Aquí, y fuera de aquí.
Artículo publicado en el diario La Opinión de Tenerife el 10/11/2016.
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