Hablar de la pobreza es fácil, basta un tic automático con datos y cifras, incoloras e inodoras, para irnos luego a comer. En Canarias, la marginalidad es una organización bien introducida, en letra invisible, de los acuerdos macro. Los nuevos cantos de sirena, anuncian la post crisis, una recuperación económica real, pero que ha dejado fuera de este juego, a una cantidad inconfesable de personas. Gente cuyo paso fugaz por la clase media se acabó saldando con más frustración de la que hubiesen podido imaginar, al sufrir ahogamiento natural por dejar de cumplir la ley del "consumo, luego existo".
Nadie escribió el guión para una recesión tan larga y pronunciada, que ha terminado por cambiar, no solo el modelo de las relaciones laborales, sino el de la sociedad en su conjunto. Y a eso nos acostumbramos al aguantar siguiendo la corriente de la economía sumergida. -Aquí estamos, escapando-, es la respuesta clásica a la pregunta de todos los días. Demasiada presión de gastos dignos de estudio, muy por encima de los menguantes salarios.
Alegrémonos de que vuelve a fluir el dinero bancario, los préstamos, las hipotecas, la construcción toma impulso,... Pero esta canción ya la conocemos, un nuevo engorde de la deuda, otra burbuja para explotar. Entonces nunca aprenderemos la lección: desde los primeros de allá arriba hasta los de mucho más abajo, cuando el monstruo de la desigualdad se nos aparece asomando la patita. Crecieron partidos nuevos que han llegado al Congreso, a los Ayuntamiento y a las Comunidades. Decían algo de formatear las instituciones, hacerlas abiertas y transparentes. Nada de nada. Ya el sistema los asimiló, invitándolos a formar parte del decorado. Y los escuchas gritando que si los sobres, que si denuncias contra la graciosa corrupción, ... tengan ustedes vergüenza, y en nombre de las víctimas y de los recortes, de los precarizados y de los jóvenes emigrantes económicos. ¡Hay que ver lo barato que sale hablar de la pobreza!.
Artículo publicado en el diario La Opinión de Tenerife, el 22/06/2017
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