La revolución democrática global vuelve a asomar la cabeza, esta vez en el distrito financiero del gigante asiático. Son jóvenes universitarios en su mayoría, nacidos con el comienzo de la nueva era digital y manejan muchísima información. Comparten miles de contenidos, contrastan opiniones diversas, debaten, piensan y sienten por sí mismos. Constituyen un sector crítico que aspira a transformar la versión oficial de la realidad. Enfrente se sitúa el Goliat representado por un bloque monolítico que observa, entre el asombro y la incredulidad, a este David organizado que lo desafía agitando los móviles encendidos, para reclamar algo tan sencillo de entender, como la evolución hacia una democracia basada en garantizar plena libertad de elección de los candidatos a representantes públicos, lo que implicaría la práctica desaparición del férreo control gubernamental.
Se está produciendo la gestación de una nueva cultura mundial que protesta contra lo que considera injusto, que no acepta los desequilibrios ocasionados por el capitalismo financiero de última generación, que desea acabar con los moldes antiguos. Cuestiones como la toma de conciencia colectiva sobre los efectos del cambio climático están íntimamente relacionadas con la demanda generalizada de un cambio de modelo en las relaciones económicas, sociales y políticas. Esta tendencia avanza en paralelo a una revolución tecnológica sin precedentes y los sistemas actuales de gobierno apenas albergan una mínima capacidad de respuesta, pues sus estructuras continúan anquilosadas en la rigidez del orden jerárquico. La continua interacción entre las personas en red supera la vieja necesidad de contar con agentes de intermediación. Los actores políticos clásicos junto con sus medios de comunicación y persuasión pierden vigencia en favor de la transparencia y la horizontalidad en los procesos de decisión.
En el interior del continente, la China rural convive con la consolidación de la economía de mercado en la gran potencia fabricante de casi todo lo que consumimos en Occidente. La nación con 1.300 millones de habitantes, que tiene por delante el reto de la ineludible y compleja transición hacia el paradigma de una sociedad moderna.
La presión ciudadana se va haciendo cada vez más fuerte y conseguirá que el miedo cambie de bando.
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