Las instituciones regidas por políticos, que también son personas, deberían dedicarse a aglutinar a los sectores económicos y sociales de una vez por todas. Muy bien, pero ellos solos no pueden. Si realmente queremos dar un salto para colocar a esta región, ultra periférica y ultra acomplejada, en la órbita de la globalización, habría que empezar por desterrar la contagiosa desconfianza que aflige a nuestro provincianismo de cantina y de salón. Porque en esta tierra, no nos engañemos, hace falta un lavado de cerebro colectivo, de arriba a abajo y viceversa. Y para eso, tenemos que empezar por creer en nosotros mismos y en cuidar la marca Canarias.
No podemos pretender que el Gobierno, los Cabildos, cada Ayuntamiento, o algún concejal, sean los obligados a resolver la endémica falta de iniciativa, el barrigudo desdén, la holgazana autocomplacencia y la mediocridad estructural que nos acompañan en repetidas ocasiones.
A nuestros representantes de la cosa pública, tenemos que exigirles mucho, aunque no menos de lo que nos exigimos en nuestro devenir vital. A lo mejor, si nos responsabilizásemos un poco más de no ensuciar la calle, de no gritarle al vecino, de trabajar por la comunidad, de inculcarles valores a nuestros hijos, y de transformar la cultura del quejido en la del esfuerzo, quizás esos a los que tanto criticamos, cogerían recortes y nos imitarían. Al fin y al cabo, somos un azar de siete espejos, que se sonríen por delante mientras se envidian por detrás.
Mi idea del nacionalismo está ligada al clientelismo y a la manipulación del sentimiento de pertenencia. Entonces, ¿por qué no cambiar el fondo y las formas, para integrarnos en un verdadero proyecto común?. ¿Por qué no quitarnos las gafas insularistas por las de ver mejor de lejos?. Hoy ya sabemos que el dinero, tal y como lo concebimos, ha alcanzado un estado gaseoso en el contexto internacional, así que olvidemos el cortoplacismo y démosle la vuelta a la terrible dependencia del exterior. En estas islas hay tanto talento que si lo revirtiéramos en desarrollar acciones y proyectos innovadores, acabaríamos sorprendidos de nuestra capacidad para situarnos como un ejemplo de liderazgo, un modelo de sociedad abierta, avanzada y multicultural. Aprovechemos la nueva identidad global, para conectar con el mundo y compartir una estética renovada.
El verdadero progreso viene de la educación y de sentar las bases para afrontar el futuro tecnológico que nos espera a la vuelta de la esquina. En un momento de grandes incertidumbres, agarremos esta oportunidad para demostrar que ser canario es mucho más interesante de lo que nos suponemos.
Artículo publicado en la edición digital del Diario La Opinión de Tenerife, el 08/03/2016
http://www.laopinion.es/opinion/2016/03/08/canarias-alambre/660592.html
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