El semblante ceñudo remarca las arrugas de la cara, en forma de paréntesis cerrado. El cabello negro liso, en perfecto estado de revista. Frente alzada, nariz y boca en su sitio, inmóvil el rictus congelado. La lucidez del hombre que se sabe brillante, del astuto político con una calculadora visión de la realidad, del macho satisfecho de sentirse muy por encima de la media. Y entonces, llamar error a la mentira, ante los micrófonos, ante sus compañeros de gobierno, ante los seres inferiores que admiran su currículo, su valía profesional, su dilatada trayectoria. Y comenzar a parecer como desenfocado, las capas de la cebolla despegándose para dejar al descubierto las internas, las de otro Soria que habita dentro del señor ministro. Y más mentiras, sobre las mentiras anteriores, y la imagen aún más desenfocada que desordena la corbata, cambia el color de los ojos, la saliva se vuelve ácida, la piel llena de ronchas comienza a cuartearse, y otra piel, viscosa y fétida, que brota hacia fuera, rajando las costuras del traje gris.
Fotografía de Agustín Catalán. El periódico.com |
La voz firme se quiebra, y de la fisura emerge un chillido agónico. La cabeza se ensancha, alargándose hasta alcanzar la propia de un reptil. La espalda recta se curva, obligando a colocar los brazos rígidos en el suelo, a modo de patas delanteras. Las piernas pétreas se doblan hacia atrás, y de estas nuevas extremidades sobresalen pezuñas oscuras. El Soria desenfocado mueve rápido su estrecha lengua bífida, la mirada vidriosa escudriña el entorno, tratando de adaptarse a la intensa luz de los focos. La capacidad auditiva ha menguado, haciendo que sus movimientos sean torpes. La sala ha enmudecido, nadie se atreve a preguntar nada. Los asistentes se miran unos a otros sin saber qué hacer. Alguien reacciona y sale corriendo, los demás lo imitan. El desenfoque concluye con la aparición de una cola trasera que aporta equilibrio al desorientado lagarto Soria, que se adapta a esta nueva versión, ascendiendo por una de las paredes. Llega al techo y así, agarrado como una ventosa, aguarda la aparición de algún mosquito despistado. Abajo, en la primera realidad, montan otra rueda de prensa. Declaran que Soria ha desaparecido y que todo lo que se creía, ha dejado de tener sentido. La imagen de Soraya sale bien enfocada, pronunciación nítida, mirada certera, decidida, inquietante.
Artículo publicado en la edición digital del diario La Opinión de Tenerife, el 21/04/2016.
http://www.laopinion.es/opinion/2016/04/21/soria-desenfocado/670050.html
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