22/6/16

Libre



El 01255FA era un talón cualquiera. Un cheque azul claro cuya razón de ser se limitaba a la de ser un clon predestinado. Sus relieves eran idénticos a los de millones de compañeros que compartían igual suerte. Y ahí estaba, cosido al talonario hasta que el titular de su vida decidiese arrancarlo de la raíz, para ejercer su derecho a escribir números y letras sobre la superficie impresa de 01255FA. Y llegó el momento. Unas manos adiestradas por la contabilidad lo tomaron con energía. Sintió que los ojos de amo se clavaban sobre su faz. A partir de ese instante, dejó de considerarse abstracto y, automáticamente, quedó identificado como un valor concreto, el eslabón final de una larga cadena de intercambios. Quedó listo, trabado con un clip a la factura DG6789, que no intercambió con él ni una sola palabra, acaso un agradecimiento o una tristeza. Al día siguiente, todo volvió a moverse a su alrededor y, solo cuando fue entregado, se dio cuenta de lo que ocurría. Estaba siendo trasladado por otras manos. Pudo ver la luz del día, el cielo azul y, justo antes de ser abandonado en el asiento del coche, creyó divisar el mar.


Transcurrió una hora de monótona autopista, escuchó la música que cantaba el conductor, su nuevo dueño, entre conversaciones a través del móvil. Estaba cumpliendo con el cometido para el que había sido concebido, un medio de pago sin alma. Y entonces, ocurrió algo extraño. A su lado se abrió una ventana y el aire entró como en rebeldía, inoportuna y desconcertante ráfaga que lo zarandeaba.Dio varias vueltas sobre sí mismo, chocó contra el salpicadero y, tras una pirueta agónica, salió despedido. Alcanzó muchos metros de altura, se mareó por las sacudidas, delirantes subidas y bajadas que hicieron que perdiera el escaso conocimiento que tenía de sí mismo. Pero la brusquedad dio paso a un suave planeo. ¡Estaba volando!. Un instinto increíble y aterrador se apoderó de 01255FA. ¡Quería ser libre!. Y llegaron minúsculas gotas de agua que lo mojaban, haciéndolo más pesado, empujándolo hacia abajo. Su loca aventura terminó aterrizando en el césped de un parque. Empapado, buscó refugio, pero no acertaba a moverse. Su color estaba desapareciendo, el futuro que habían tatuado en su piel, se borraba. Y se dio cuenta de que ya no era 01255FA. Y entonces decidió que nadie tenía porqué manipularlo. Así, paciente, esperó a que un rayo de sol le abrigase la esperanza de encontrar el camino de un papel en blanco, anónimo y  listo para escribir su propia historia.

Artículo publicado en la edición impresa del diario La Opinión de Tenerife, el 22 de junio de 2016.


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