28/4/16

La izquierda en una botella


Rebuscó una y otra vez, con los dedos afanosos buceando en el fondo del agujero. No encontró nada. Por más que lo intentase, el descosido era tan grande, que ni siquiera introduciendo el brazo entero, hubiese logrado recuperar su identidad. Por aquel tiempo, la historia de su vida había dado un vuelco espectacular. Andaba desorientada, perdida en un ir y venir de ideas que parecían nuevas, pero que enseguida acababan antojándose parecidas a las viejas.
Salió a la calle para preguntar a los pocos conocidos que le quedaban, y éstos le respondieron con una interrogación desoladora. Ellos tampoco sabían muy bien quién era ella. Les sonaba su cara llena de arrugas, creían recordar a alguien más joven debajo de aquel cuerpo encorvado sobre unos pies que caminaban con torpeza. El ritmo lento la desesperaba y al pasar frente a un lujoso escaparate, se descubrió fea y triste. Las canas poblaban su cabeza pequeña de mujer anciana llevada en volandas por un río salvaje y distinto, como si un grito sordo se ahogase en las gargantas de la multitud frenética, cuando se atrevían a pronunciar su nombre.

Se sintió sola y extraña, atenazada por el frío tecnológico que alimentaba la rutina de los seres automatizados. Tomó un tren subterráneo y aguardó sentada durante horas, escuchando los sonidos metálicos de las puertas neutrales que se abrían y cerraban al paso de las actualizaciones. Se preguntó cuándo y por qué había dejado de ser tendencia. Hasta qué punto se había desgarrado por dentro, para no ser capaz de reconocerse a sí misma en la esperanza de los barrios inferiores, en la causa de los obreros regulares, en ser motivo para algún tipo de organización clandestina. Su existencia no tenía sentido en el orden actual de las cosas.
Quiso gritar, pelearse, desafiar a sus enemigos clásicos, arañar los cristales de la razón mercantilizada, pintar el retrato de un líder barbudo, emborracharse con los amigos del frente popular. Pero casi todos se habían mudado a otro barrio, su mundo había cambiado, ya no eran los mismos. Se bajó en la última parada. Caía la tarde, cuando alcanzó a divisar una playa desierta. Se encaminó hacia la orilla, las olas acariciaban sus ojos y, en los oídos, el rumor de las canciones protesta sonaban como un eco lejano. Despacio, se adentró en el mar, dejándose llevar por la corriente, flotando a la deriva. Alguien, en otro tiempo y en otra orilla, la recogería para sacarla con cuidado de la botella y leer un mensaje en su interior. Solo así, sabría comprender lo que le había sucedido.

Artículo publicado en la edición digital del diario La Opinión de Tenerife, el 28/04/2016
http://www.laopinion.es/opinion/2016/04/28/izquierda-botella/671622.html


21/4/16

Soria desenfocado

El semblante ceñudo remarca las arrugas de la cara, en forma de paréntesis cerrado. El cabello negro liso, en perfecto estado de revista. Frente alzada, nariz y boca en su sitio, inmóvil el rictus congelado. La lucidez del hombre que se sabe brillante, del astuto político con una calculadora visión de la realidad, del macho satisfecho de sentirse muy por encima de la media. Y entonces, llamar error a la mentira, ante los micrófonos, ante sus compañeros de gobierno, ante los seres inferiores que admiran su currículo, su valía profesional, su dilatada trayectoria. Y comenzar a parecer como desenfocado, las capas de la cebolla despegándose para dejar al descubierto las internas, las de otro Soria que habita dentro del señor ministro. Y más mentiras, sobre las mentiras anteriores, y la imagen aún más desenfocada que desordena la corbata, cambia el color de los ojos, la saliva se vuelve ácida, la piel llena de ronchas comienza a cuartearse, y otra piel, viscosa y fétida, que brota hacia fuera, rajando las costuras del traje gris. 

Todas las versiones de José Manuel Soria sobre los 'papeles de Panamá'
Fotografía de Agustín Catalán. El periódico.com
La voz firme se quiebra, y de la fisura emerge un chillido agónico. La cabeza se ensancha, alargándose hasta alcanzar la propia de un reptil. La espalda recta se curva, obligando a colocar los brazos rígidos en el suelo, a modo de patas delanteras. Las piernas pétreas se doblan hacia atrás, y de estas nuevas extremidades sobresalen pezuñas oscuras. El Soria desenfocado mueve rápido su estrecha lengua bífida, la mirada vidriosa escudriña el entorno, tratando de adaptarse a la intensa luz de los focos. La capacidad auditiva ha menguado, haciendo que sus movimientos sean torpes. La sala ha enmudecido, nadie se atreve a preguntar nada. Los asistentes se miran unos a otros sin saber qué hacer. Alguien reacciona y sale corriendo, los demás lo imitan. El desenfoque concluye con la aparición de una cola trasera que aporta equilibrio al desorientado lagarto Soria, que se adapta a esta nueva versión, ascendiendo por una de las paredes. Llega al techo y así, agarrado como una ventosa, aguarda la aparición de algún mosquito despistado. Abajo, en la primera realidad, montan otra rueda de prensa. Declaran que Soria ha desaparecido y que todo lo que se creía, ha dejado de tener sentido. La imagen de Soraya sale bien enfocada, pronunciación nítida, mirada certera, decidida, inquietante. 

Artículo publicado en la edición digital del diario La Opinión de Tenerife, el 21/04/2016.
http://www.laopinion.es/opinion/2016/04/21/soria-desenfocado/670050.html




14/4/16

Rajoy ha vuelto


A Pedro Sánchez se le acaba el tiempo. Los pliegues de su ventana de oportunidad comienzan a cerrarse sobre sí mismos, formando un cubículo que quedará archivado en la memoria de los fracasos coyunturales. El tyrannosaurus Rajoy, ha permanecido en estado latente, aguardando a que las izquierdas perdiesen otra oportunidad, víctimas de la eterna lucha entre utopía y pragmatismo. Vuelve la frustración a la mayoría social que tanto ansiaba el gobierno del cambio, por creer que el mero cambio traería un nuevo gobierno. Nada más lejos de la testarudez numérica. Las sumas no daban y las posiciones han estado más alejadas de lo que pretendían hacernos ver. Tiempo perdido o tiempo invertido en experiencia, entre el electorado impaciente, que había depositado sus expectativas en las figuras mediáticas de la hasta ahora conocida como nueva política: Iglesias, Sánchez y Rivera. Tres mosqueteros sin un D´artagnan con la suficiente determinación, como para ejercer algún liderazgo tecno romántico sobre todas las Españas.

Mariano, transfigurado en león durmiente, afila las garras en la cima de su gobierno en funciones. El partido popular ha atravesado el desierto sin desgastarse, con las provisiones de votantes intactas, y la comodidad del que se sabe libre de espejismos basados en reformas constitucionales abstractas, imaginarios referéndum acerca de teóricas independencias y pactos inverosímiles a la carta. Don Tancredo juega al mus de memoria, asistiendo imperturbable a las derrotas de todos los enemigos internos y externos del marianismo. El gallego es inquebrantable y solo ofrecerá la mano derecha para salvar al soldado Sánchez, cuando éste haya claudicado ante Susana y los barones socialistas. De nuevo, la gran coalición se nos presenta como la figura de un Moisés redivivo, que obra el milagro de abrir las aguas, para conducir al pueblo hacia la tierra prometida por la neo liberal sensatez alemana.
Por si alguien no lo sabía, resulta que el Congreso no es una plaza, tampoco es un círculo. Es un hemiciclo lleno de astutas navajas que relucen a la sombra de los escaños. Filos que degüellan en un instante para regresar a la oscuridad, ante el asombro fugaz en los ojos del ingenuo que se desangra, rodeado de conspiradores, intermediarios y advenedizos.

Artículo publicado en la edición digital del diario La Opinión de Tenerife, el 14 de abril de 2016.
http://www.laopinion.es/opinion/2016/04/14/rajoy-vuelto/668411.html



7/4/16

Alberto Rodríguez apenas podía contener los nervios, moviendo sus largos y huesudos brazos como las aspas de un molino. El nudo en el estómago subía hasta la garganta, haciendo brotar las palabras apresuradas, vómito reparador de la flagrante desigualdad. Alberto se recogió las rastas, para hablar de frente a los diputados que conversaban entre ellos o miraban hacia otro lado. Aunque muy inexperto y de frágil oratoria, su atropellado discurso no fue impostado, sino fruto de una emoción llana, desprovista de adornos o figuras retóricas. Hasta el micrófono se interpuso en el camino de su alocución, con marcado acento canario, mientras se dirigía a un cierto tipo de élite histórica.

Alberto denunció la bajeza de los sueldos corrientes, de los millones de personas a los que sus señorías no ponen cara, salvo para engrosar la desgracia micro real, como un índice numérico en los datos macro económicos. Los datos del paro, los recortes, la subsistencia del país inexistente en las negociaciones a puerta cerrada.

El pueblo ínfimo, engendro de dramas sociales imperceptibles a los ojos de los grandes intereses económicos, pudo escucharse a sí mismo en el atril soñado. Un político hablando claro sobre lo que piensa la inmensa mayoría y una minoría se empeña en prolongar. Las profundas contradicciones de un sistema que te dice quién eres y lo máximo que puedes esperar. Acéptalo o toma pastillas para el olvido. Así de sencillo. Pero entonces, llega un espontáneo, alguien que normalmente no debería estar ahí, en ese puesto y vestido con esa vulgar camiseta de manga larga, la imagen de un cualquiera, de un sin derechos a entrar en el bunker del poder, de un sindicalista trepador del árbol podemita. Desde luego, alguien vacío de habilidad política, pero rebosante de contenido, porque la esencia se palpa debajo de los argumentos, en la raíz de un chico joven que ha mamado la humildad desde que nació.
Alberto, mi niño, sigue adelante. Y no hagas caso a nadie. Sobre todo, no dejes de ser tú, porque la extraña cualidad de ser uno mismo está cayendo en desuso. Créeme si te digo que tu discurso caló en la gente que reconoce la verdad en cuanto la escucha. No importan el sujeto, el verbo ni el predicado. Aunque disimulen su sonrojo, tú representas el mejor nombre para definir el estado de cosas en este cambio de tiempo. Vergüenza.

Artículo publicado en la edición digital del Diario La Opinión de Tenerife, el 07/04/2016
http://www.laopinion.es/opinion/2016/04/07/alberto-verguenza/666759.html