22/12/13

Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos de Oriente: Hace mucho que no les escribo, desde que me dijeron que ustedes no existían, cuando acabaron con la magia de golpe, segando para siempre el poder de la imaginación, que no debería tener edad. Pero yo quiero pensar que sí, que es posible soñar, y muy necesario porque es lo que nos queda, después de todo.
Quisiera pedirles tres cosas, la primera es que le quiten el miedo a la gente, y que lo encierren bajo siete llaves, para que vivamos más felices, sin preocuparnos tanto por las noticias que traen los mensajeros del poder, que siempre quieren convencernos de esto y de lo otro, y unas veces te repiten que te compres aquello o lo de más allá, y otras advierten que protestar es de mala educación, y también que si te encuentras mal y no tienes dinero será porque tú te lo has buscado, que solo aprenderemos a base de castigos, saben que es cuestión de tiempo eso de resignarse y aceptar, desterrando la rebeldía.
La segunda es que les traigan mucho carbón a los que usan la hipocresía como forma de vida, y a los que cabalgan enarbolando el cinismo por bandera, porque esas actitudes provocan tanta tristeza y desolación como las balas que dispara la violencia o las minas explotadas por la injusticia.
La tercera es que llenen sus baúles de solidaridad para que entre de lleno en los corazones duros, y los ablande dejándolos como tierna plastilina, y poder rehacerlos de nuevo, y que los símbolos de la paz no se conviertan en simples marcas de las que se aprovechen los mercaderes de la esperanza.
Y una última petición: si tienen tiempo, avisen a Papa Noel, que es muy simpático y díganle que me gustaría mucho que sus renos corneasen a los avisos de alertas máximas, lanzándolos muy lejos para que no los tengamos que escuchar nunca más, y que nuestros hijos puedan correr en la calle y sentir el gozo de pisar los charcos, y así recuerden siempre que no se les puede negar su derecho a disfrutar de la lluvia.

Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 22/12/2013


9/12/13

Hasta siempre, Mandela



La fortaleza de espíritu forjada durante veintisiete largos años en la cárcel, tiempo invertido en reflexionar sobre sí mismo y sacar conclusiones. Mandela aprovechó muy bien la prolongada privación de libertad a la que fue sometido y, lejos de hundirse en el agujero, cultivó un jardín y compartió sus frutos con los funcionarios de la prisión. Todo un símbolo de lo que haría al salir de su encierro uno de los iconos más importante del siglo XX. La estrategia de un ser excepcional, alguien que se situó en un plano superior al resto, porque fue capaz de reunificar un país lleno de odio ínter racial desde la amable firmeza de su mirada serena. El hombre curtido en el sufrimiento que dio lugar al mito.
Todos se rindieron al encanto de un mensaje que los redimía, al modo de un Mesías negro de Soweto, que abrazó al enemigo y le conminó a perder el miedo al otro, a dejar atrás absurdas venganzas, a creer en una convivencia pacífica basada en el esfuerzo común. Una tarea ímproba que llevó a cabo logrando lo que parecía imposible: el fin del apartheid y la apertura de Sudáfrica al mundo, escenificada en la histórica comparecencia de Madiba en la ONU, donde fue ovacionado como un líder global, el portador de algunas frases universales:

"El amor entra en el corazón del hombre más fácil que el odio". "La educación es el arma más poderosa".

Hoy echamos en falta la talla humana y política de un inteligente estratega, del que tiene una visión transformadora de la realidad y atesora el carisma necesario para que una gran mayoría crea en él. Alguien que, a los ojos de la sociedad, sea un referente moral sin fisuras.

Nuestro descreído tiempo acaba de quedarse huérfano de la sabiduría, la magnanimidad y la entereza del hombre que engrandeció la condición humana.

Descansa en paz, Madiba.

Artículo publicado en el Diario "La Opinión" de Tenerife, el 06/12/2013



2/12/13

Cuestión de dinero

Bankia ha vuelto a sacar un eslogan publicitario apelando a los principios, para que lo entendamos como un nuevo comienzo basado en la recuperación de ciertos valores, cuando lo cierto es que nada va a cambiar porque se trata de seguir haciendo lo de siempre, un gran negocio aprovechando nuestra angustiosa necesidad de dinero.
Todo gira entorno al gran tótem del homo economicus, pues el interés individual es el motor del deseo de poseer, y se utilizan mil argucias disfrazadas de benevolencia para conseguir ese único fin, de tal modo que incluso en las campañas llamadas solidarias acabamos practicando la beneficencia, una actitud arrogante del que tiene a bien promover las ayudas a los necesitados desde su privilegiada condición y de paso alivia la conciencia.
En nuestra polarizada sociedad, el dinero es la mejor arma de disuasión, pues no se trata de un mero instrumento de intercambio, sino del medio más eficaz para ejercer presión a través de la mercantilización en las relaciones de poder: "Soy más fuerte y mejor que los débiles cuanto más tengo".
Los grupos o clases sociales se distinguen entre sí por la cantidad de dinero que acumulan y, en segundo término, por razones culturales o ideológicas. Pero la raíz del problema no es la diferencia entre ricos y pobres, sino la aceptación de esa desigualdad como un hecho natural e imposible de cambiar según el actual patrón de vida: "Consumo, luego existo".
La crisis financiera nos ha colocado frente a una realidad intangible: el dinero ya no está a nuestro servicio sino que somos sus esclavos y, por tanto, la solución solo pasa por esperar el retorno del maná crediticio. En este estado de insatisfacción general se leen y escuchan cantos de sirena, mensajes pseudo espirituales, promesas de recuperación, debates entre expertos "todólogos", manifestaciones de protesta, aspavientos, pronósticos... Mucho ruido pero al final, lo que estamos esperando todos es que nos resuelvan la verdadera cuestión, la que nos mantiene en vela, deprimidos, asustados, y es que nos digan de una vez cuando va a volver el dinero, que tanta falta nos hace para comprar felicidad. 
Así que, señores de Bankia, lo que queremos es que nos hablen, lo primero, del dinero, y no nos vendan más ese cuento de los principios, no los necesitamos, déjenlos para el final.
Publicado en el diario "La Opinión" de Tenerife el 02/12/2013