29/6/17

Lluvia

En Patria, la imprescindible novela de Fernando Aramburu, la lluvia no es solo otro personaje más. La constante, persistente lluvia, elemento central al que se anuda un relato que, sin este grueso telón de fondo, perdería gran parte de su crudo realismo. La oscuridad y el frío intenso que calan en lo más profundo de unas conciencias abatidas por el miedo a expresarse en libertad. La voluntad castrada por la exaltación de ideas que justifican la bandera del terrorismo, como un despiadado proveedor de locuras domésticas. La lluvia y el rastro de muerte que la acompaña, cotidiana dureza a ras de un suelo poblado de vidas destrozadas, y la desarticulación de la, ya de por sí, compleja cohesión social, nos enseñan a tomar conciencia de lo que significa disfrutar de períodos de paz, bajo unas mínimas garantías democráticas. Es extremadamente fácil caer en una lluvia de odio y sinrazón, sin que nadie se atreva a elevar la voz de la cordura sobre el imperio de la barbarie.

Duelo a garrotazos. Francisco de Goya. (Museo del Prado)


La historia de la humanidad y, en particular, la de España, lleva la violencia grabada en el código genético, el ancestral y sofisticado recurso de la fuerza en sus diferentes formas. Ante las actuales calenturas nacionales y globales, conviene no perder de vista el instinto más antiguo, el resultado de un fracaso colectivo que, a la vez, supone una especie de éxito para quien se considere ganador económico, político, intelectual, espiritual y moral -elíjase el que proceda- de una contienda entre personas, tribus, religiones o estados. Las soluciones dialogadas, últimamente en bochornosa decadencia, son la vía menos mala para traernos otro tipo de lluvia. La que cae mansa, empapando el entendimiento para ayudarlo a abrirse camino hasta encontrar la luz necesaria. La lluvia, símbolo de fertilidad y curación de terribles sequías mentales.

Artículo publicado en el diario La Opinión de Tenerife, el 29/06/2017


22/6/17

Hablar de la pobreza

Hablar de la pobreza es fácil, basta un tic automático con datos y cifras, incoloras e inodoras, para irnos luego a comer. En Canarias, la marginalidad es una organización bien introducida, en letra invisible, de los acuerdos macro. Los nuevos cantos de sirena, anuncian la post crisis, una recuperación económica real, pero que ha dejado fuera de este juego, a una cantidad inconfesable de personas. Gente cuyo paso fugaz por la clase media se acabó saldando con más frustración de la que hubiesen podido imaginar, al sufrir ahogamiento natural por dejar de cumplir la ley del "consumo, luego existo".

Nadie escribió el guión para una recesión tan larga y pronunciada, que ha terminado por cambiar, no solo el modelo de las relaciones laborales, sino el de la sociedad en su conjunto. Y a eso nos acostumbramos al aguantar siguiendo la corriente de la economía sumergida. -Aquí estamos, escapando-, es la respuesta clásica a la pregunta de todos los días. Demasiada presión de gastos dignos de estudio, muy por encima de los menguantes salarios.

Alegrémonos de que vuelve a fluir el dinero bancario, los préstamos, las hipotecas, la construcción toma impulso,... Pero esta canción ya la conocemos, un nuevo engorde de la deuda, otra burbuja para explotar. Entonces nunca aprenderemos la lección: desde los primeros de allá arriba hasta los de mucho más abajo, cuando el monstruo de la desigualdad se nos aparece asomando la patita. Crecieron partidos nuevos que han llegado al Congreso, a los Ayuntamiento y a las Comunidades. Decían algo de formatear las instituciones, hacerlas abiertas y transparentes. Nada de nada. Ya el sistema los asimiló, invitándolos a formar parte del decorado. Y los escuchas gritando que si los sobres, que si denuncias contra la graciosa corrupción, ... tengan ustedes vergüenza, y en nombre de las víctimas y de los recortes, de los precarizados y de los jóvenes emigrantes económicos. ¡Hay que ver lo barato que sale hablar de la pobreza!. 

Artículo publicado en el diario La Opinión de Tenerife, el 22/06/2017


16/6/17

El ocaso de los partidos

En Francia, Macron ha nombrado ministros a especialistas con experiencia en sus respectivas áreas, con la novedad de que pertenecen a cinco formaciones políticas distintas. El nuevo Presidente francés representa un movimiento casi de salvación nacional, ante la amenaza del populismo, en medio de un proceso de descomposición que se extiende por todo occidente. La reacción del electorado francés es la punta de lanza que evidencia la incapacidad del sistema de partidos para gestionar la actual realidad, social y económica. La tiranía del individuo rechaza la intermediación, hasta hace poco, la única e indispensable vía para cubrir sus necesidades y colmar sus deseos. Esta transformación radical nos afecta, desde el acceso fácil y gratuito al conocimiento, hasta el profundo cambio del negocio bancario; desde la oferta de un producto o servicio, a la demanda objetiva que encuentra el cauce directo para satisfacernos de forma inmediata y personalizada.

La paulatina desaparición de muchas profesiones, no excluye al político profesional, tal y como lo concebimos. Las habituales liturgias en los Parlamentos, son un juego de poder entre las élites de organizaciones monocolor, cuya rigidez estructural las hace ajenas a un mundo que ha hecho, de la volatilidad, una constante. De igual modo le sucede a la Universidad y a muchos sectores tradicionales. Tanto el sistema político como el educativo, han quedado obsoletos, permaneciendo en el pasado de un esquema mental que solo sabe reproducirse a sí mismo. Algo idéntico ocurre en el sector hostelero, el del taxi, el de cualquier comercio, o el de la distribución, que no encuentran el modo de sobrevivir, inventando soluciones que nunca encajarán en su modelo, por mucha imaginación que le echen. Identificar esta complejidad y crear las herramientas necesarias para descifrarla, es una tarea que deben acometer los jóvenes menores de treinta años. La forma que podría adoptar la política, si es que tal concepto sigue existiendo, dependerá de la manera en que nos relacionemos como sujetos hiper conectados a la mega nación de internet.

Artículo publicado en el diario La Opinión de Tenerife, el jueves 15/06/2017


8/6/17

El agente catalán

El independentismo catalán es un esfuerzo desesperado por preservar al Estado-Nación como principal agente controlador de la información. En la misma línea se mueven las tentativas proteccionistas, que insisten en la emancipación del exterior a base de encarcelar el interior. Las barreras de entrada por la autodeterminación de un pueblo, comparten una transversalidad cuyo origen se sitúa en el hecho religioso y en la aparición del dinero. Ambos rodean y dan sentido a diferentes formas de manipulación, con el uso instrumental de una lengua propia y de relatos propagandísticos sobre la defensa histórica del patrimonio colectivo. El rescate de un sentimentalismo necesariamente amenazado por otro estado centralista y, al mismo tiempo, por el fenómeno globalizador, escenifica la gravedad de esta doble contradicción. La controversia forzosa entre partidos políticos antagónicos, que han hecho de la constante huida hacia adelante un histriónico acto de fe, relega, el amor al país, a la imposición de un neo conservadurismo casposo.

El ondear orgulloso de las banderas, los himnos programáticos, las frases hechas en canciones repetidas hasta el desmayo, recuerdan los usos y costumbres del fascismo. Desde las escuelas, se enseña a los niños a que miren con ojos provincianos, memorizando su adoctrinamiento en discursos cerrados y sin pestañear, porque es lo único que les puede salvar del trastornado e irreconocible mundo actual. Volver a ser nacionales, patrios, autóctonos, puros y perfectos reconocedores de tenebrosos enemigos, encarnados en personas concretas o en entes abstractos. La libre circulación de los datos en internet es un golpe mortal contra el poder que hunde sus raíces en la tradición, incluyendo a los llamados anti sistema, que, dispersos y sin alternativa, se tornan cómplices de lo que pretenden cambiar. La usurpación de la legitimidad democrática, es un claro símbolo del afán por alterar unas reglas de juego que llevan rotas mucho tiempo.

Artículo publicado en el periódico La Opinión de Tenerife, el jueves 08/06/2017


1/6/17


De todas las definiciones de patria, quizás la más acertada sea la que se refiere a la propia infancia. En el caso, muy particular, de esta tierra parida por volcanes, puede que los múltiples significados del sentimiento de pertenencia provengan de la fragmentación en ínsulas irreconciliables. la historia vive en el recuerdo de unos pies descalzos que transitan entre los poblados guanches y su posterior reconversión. Y, en medio, una selva de ignorancia que sigue marcando el hecho, inconfesable, de un profundo aislamiento.

El fenómeno de la emigración, en especial a Cuba y Venezuela, fomenta un trasvase cultural de ida y vuelta, que permanece enraizado en la psicología de la supervivencia. La escasez en tiempo de posguerra y una incultura generalizada, son las señas de identidad de una generación que luchaba, instintivamente, por salir adelante. Desprenderse de esa losa no es tarea fácil, y el desarrollismo galopante que sobrevino con la democracia, apenas ayudó a cambiar los hábitos y costumbres, bajo la tutela de una incipiente burguesía que, aun hoy, en las actuales administraciones públicas, continúa gestionando la herencia paternalista de los caciques.

En estas circunstancias se fraguó la mezcla de lo que se llama a sí mismo nacionalismo canario, un invento muy rentable en términos políticos, que se apropia de símbolos, emociones y colores, como estandarte de una sociedad acomplejada y miedosa.

Avanza el siglo XXI con la mediocridad autocomplaciente de la clase política y empresarial, ante un reto insospechado: redefinir el presente y el futuro de Canarias. Frente a la debilidad de una sociedad civil en permanente fase embrionaria, tendríamos que preguntarnos quiénes somos.

Reguetón y jazz; arena y asfalto; paro estructural y bilingüísmo; olas y diques; diálogo y envidia; rocas y edificios; autoestima y desconfianza. Mi casa está en el mar con siete puertas, cantó Pedro Guerra. Y la necesidad de abrir de par en par sus ventanas.


Artículo publicado en el periódico La Opinión de Tenerife, el jueves 01 de junio de 2017.