9/12/13

Hasta siempre, Mandela



La fortaleza de espíritu forjada durante veintisiete largos años en la cárcel, tiempo invertido en reflexionar sobre sí mismo y sacar conclusiones. Mandela aprovechó muy bien la prolongada privación de libertad a la que fue sometido y, lejos de hundirse en el agujero, cultivó un jardín y compartió sus frutos con los funcionarios de la prisión. Todo un símbolo de lo que haría al salir de su encierro uno de los iconos más importante del siglo XX. La estrategia de un ser excepcional, alguien que se situó en un plano superior al resto, porque fue capaz de reunificar un país lleno de odio ínter racial desde la amable firmeza de su mirada serena. El hombre curtido en el sufrimiento que dio lugar al mito.
Todos se rindieron al encanto de un mensaje que los redimía, al modo de un Mesías negro de Soweto, que abrazó al enemigo y le conminó a perder el miedo al otro, a dejar atrás absurdas venganzas, a creer en una convivencia pacífica basada en el esfuerzo común. Una tarea ímproba que llevó a cabo logrando lo que parecía imposible: el fin del apartheid y la apertura de Sudáfrica al mundo, escenificada en la histórica comparecencia de Madiba en la ONU, donde fue ovacionado como un líder global, el portador de algunas frases universales:

"El amor entra en el corazón del hombre más fácil que el odio". "La educación es el arma más poderosa".

Hoy echamos en falta la talla humana y política de un inteligente estratega, del que tiene una visión transformadora de la realidad y atesora el carisma necesario para que una gran mayoría crea en él. Alguien que, a los ojos de la sociedad, sea un referente moral sin fisuras.

Nuestro descreído tiempo acaba de quedarse huérfano de la sabiduría, la magnanimidad y la entereza del hombre que engrandeció la condición humana.

Descansa en paz, Madiba.

Artículo publicado en el Diario "La Opinión" de Tenerife, el 06/12/2013



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