19/11/14

Identidad y crisis

Nos dirigimos a gran velocidad hacia la consecución de profundos cambios en la identidad colectiva. La crisis –palabra de origen griego cuyo significado original era decisión– se ha convertido en un instrumento con enorme capacidad transformadora. Las élites que han ejercido la hegemonía mediante el control, entre otros sectores, de los grandes medios de comunicación, están siendo desterradas por la ciudadanía.
La irrupción de líderes jóvenes, con discursos y maneras alejadas de un régimen petrificado e incapaz de asumir la realidad, es la mejor representación de un país decidido a pasar página. La regeneración no atañe sólo a nombres o a siglas, sino que involucra a la mayoría en un proyecto de futuro innovador, producto de la decadencia de las actuales estructuras oligárquicas.
El concepto de identidad nacional, definida por el sociólogo Zygmunt Bauman como una ficción, se basa en el sentimiento de pertenencia a un territorio y en la lealtad única, como fuente de seguridad y homogeneidad. El fenómeno de la globalización –en el ámbito económico, político y cultural–, provoca que las anteriores certezas ya no basten para entender el desafío que supone la complejidad de gestionar identidades múltiples. En el plano político, se abren alternativas al orden constitucional establecido y esto produce la inevitable aparición de grandes incertidumbres.
La capacidad para gestionar las contradicciones y ambigüedades inherentes a un proceso de fragmentación, supondrá el principal reto en la construcción de un modelo que deberá nacer, necesariamente, en un escenario de ruptura. El deseable consenso no se vislumbra como la clave maestra de un orden huérfano de referentes históricos, salvo la –todavía– vigente dialéctica derecha-izquierda.
La aparición de Podemos ha significado el revulsivo que abre la puerta a lo incierto. El crecimiento exponencial de esta formación transversal y pionera en la utilización de las nuevas tecnologías, no tiene precedentes. Tras el éxito abrumador en la elección de su cúpula dirigente, las preguntas superan claramente a las respuestas, ante la posibilidad de llegar a sustituir las propuestas por hechos en una meteórica ascensión al poder. Y esa es precisamente su fuerza, cuando los antiguos clichés son trastos inservibles, la sociedad esta dispuesta a creer en algo que posee el irresistible encanto de la experimentación, la frescura de lo novedoso.
La democracia entra en el laboratorio y con ella todos nosotros, los partícipes, voluntarios o no, de acontecimientos que van a cimentar la creación de aquéllo que ignoramos, que no tiene nombre, que no sabemos identificar, es decir, que reúne las condiciones indispensables para erigirse en el paradigma de un nuevo contrato social.

Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 19/11/2014
http://www.laopinion.es/opinion/2014/11/20/identidad-crisis/576221.html


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