24/11/16

Mundo viejo

El mundo de las personas mayores -entre los que también hay jóvenes con mentalidad vieja- se resiste a desaparecer. El orgullo ciego les impide aceptar las formas de un modelo que no entienden, por la sencilla razón de que no se parece en nada a su modelo, para ellos, El Modelo. Desconfían de lo que no entienden y, acto seguido, lo critican por tierra, mar y aire, utilizando el desprecio fácil con la máxima del "más vale malo conocido, que bueno por conocer". Volver al pasado es la consabida solución que compran, automáticamente, las masas consumidoras sin capacidad de crítica. Pero "el presente no es agradable, y el futuro parece aún peor si seguimos por estos derroteros", sería la respuesta del pensamiento clásico, en la ideología mundoviejista. Machismo recalcitrante, racismo, homofobia y culto a la violencia contra las minorías, son las señas de identidad del macho viejo, que tiene tanto miedo al cambio y a bajarse del burro del poder, que es capaz de capar la inocente alegría de los niños de la globalización.

Resultado de imagen de pasado contra futuroLa mayoría de los votantes, empleados, dirigentes, clientes, feligreses y simpatizantes de los carcamales de la razón vieja, comparten esta visión viejística de la realidad, porque han vivido experiencias muy parecidas. Se trata de una generación que superó dificultades y que, en muchos casos, conoció lo que significa subir en la escala social a base de trabajo y sacrificio, en un entorno laboral y socioeconómico muy distinto del actual. Sus hijos y nietos crecieron rodeados de abundancia o, en el peor de los casos, de un cierto desarrollo basado, fundamentalmente, en la época de crecimiento posterior a las dos guerras mundiales. La Sociedad del Bienestar nació calor del liderazgo de Occidente, con el eje transatlántico al timón de un barco que navegaba las aguas de la Neoliberalización, sin contraposición alguna que equilibrase el rumbo, tras la caída del comunismo. Todos aquellos líderes de su generación, de los que aún conservamos supervivientes, forjaron el mundo moderno que toca ahora a su fin.

La base del patrón mental de los viejopensantes es el dinero. En concreto, la adquisición de más dinero del que, en teoría, te pudiera corresponder por sus méritos, mediante un extenso catálogo de justificaciones y complicidades para mantener la conciencia vieja con aspecto limpio. Mentiras, trapicheos, ocultamientos y actitudes delictivas que los mundoviejistas han estado practicando, al mismo tiempo que se permitían el lujo de dar lecciones democráticas a los jóvenes desastrosos, sin valores, que no sabían "lo que valía un peine", y que nunca serán grandes luchadores y ejemplos a imitar, como ellos. Entonces, ¿cómo iban a permitir que sus sucesores naturales tomasen las riendas, ni no tienen ni idea de cómo es la vida? El dinero viejo sigue pesando mucho en la cabeza de los viejos y de los no tan viejos.

La tortilla se ha dado la vuelta, y la fuerza de la historia se abre paso a pesar de que el mundo viejo trate de impedirlo, insistiendo en taponar a los nacidos en la era tecnológica. Pero el salto generacional es demasiado grande para sus mentes viejas. Hoy apreciamos los coletazos del mundo viejo, los últimos estertores de los que quieren morir matando.

Artículo publicado en la edición impresa del diario "La Opinión" de Tenerife, el 24/11/2016



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