12/1/17

Élite asesina

En la discoteca más chic de Estambul, el año acabó muriendo a manos de un asesino profesional. Las motivaciones filosóficas del sicario no significan nada en la psique de un soldado de fortuna, acostumbrado a contar víctimas mientras las va matando, con la misma frialdad rutinaria de un reponedor de supermercado. Los cargadores con el número necesario de balas y el aplomo de un asaltante solitario que cuenta con el apoyo logístico de una organización criminal de ámbito global. Limpiar cuidadosamente la metralleta AK-47, desmontarla y volverla a montar pieza a pieza, y dejarla lista para llevar a cabo la obra de un perfeccionista de la violencia, que no duda en mantener la calma tras llevarse por delante a los señalados por el azar; civiles inocentes, en este caso, pero culpables de pertenecer a un modelo y a un nivel determinados de civilización. Porque de esto se trata, de golpear de forma indiscriminada, allá donde más duela en términos de crueldad intolerable. En la escuela del odio, los objetivos dejan de ser personas que merecen la oportunidad de continuar sus vidas, bajo la excusa del terrorismo como método radical de protesta, expiación y venganza. Se afirma que, cuando se agota la vía política, solo nos queda el uso de la fuerza, pero, en ambos sentidos -acción y reacción-, toda esa industria armamentística hunde sus raíces históricas en profundas causas económicas. Erigirse en élite de poder es un deseo, de igual o más calado, que los arraigados fundamentalismos que se inventan su implacable sentido. La interpretación perversa del Corán no está lejos de ciertas oscuras maniobras perpetradas, en un enjambre de intereses -a veces compartidos y otras contrapuestos- por los servicios secretos del Primer Mundo, con sus matones bien infiltrados, y ricos reinos sin derechos humanos, como el de Arabia Saudí, aunque la enciclopedia completa sería un grano de arena en el desierto de lo que no llegamos ni a imaginar.

Recuerdo una película en la que Ricardo Darín pronunciaba una frase demoledora "Aquí no faltan putos, sobran financistas". Otra nítida explicación de que las carísimas actividades que realizan grupos a sueldo de estados, y estados a sueldo de grupos, declarando justificaciones tan tremendas como discutibles, o directamente falsas, no serían posibles sin que alguien suministrase el flujo de dinero necesario. Ese alguien o algunos, con estrategias particulares, regionales o nacionales, cuyo precio se paga en sangre mediática, desde Irak o Siria, hasta cualquier calle del occidente asustado. Matar o morir en nombre de Alá, es hablar un lenguaje tramposo, pero no menos que matar en nombre de la libertad o en nombre de la verdad. Al final, como en toda guerra entre buenos y malos, entiendo que se trata de ellos o nosotros. Mi única duda no es tanto sobre ellos, sino sobre quiénes somos nosotros. Las respuestas simples ya no me convencen.

Artículo publicado en el Diario La Opinión de Tenerife, el 12/01/2017.

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